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domingo, 10 de marzo de 2019

SAINETE


La acción transcurre en el S XIX en uno de los salones que la Princesa de Babilonia posee en el paseo del Prado de Madrid. La princesa está tomando el té con sus invitados habituales y nada de lo que va a ocurrir se sale de lo de todos los días, aunque lo habitual en el salón suele ser bastante extraordinario.


PERSONAJES:

1—Princesa: joven atractiva dueña del palacete donde todos los días, a las cinco de la tarde, se toma el té con su Mayordomo y sus invitados. Dulce complaciente, serena, sabia, soñadora y muy cariñosa, pero inteligente.

2— Mayordomo: Hombre acomplejado y con sus facultades mentales algo perturbadas pues tiene el síndrome del diablo de Transilvania y es dado a la cerveza y a los porros en exceso. Cuando toma café se despeja y después de estornudar y eructar suele volver a la normalidad llegando a desplegar su enorme talento, pero por poco tiempo. En realidad, dados sus cambios tan drásticos, todo el mundo piensa que se trata de varios hermanos gemelos idénticos (Quizá tres o cuatro, incluso dicen que, en total, son cinco pero que dos de ellos son absolutamente impresentable) que se van alternando al servicio del palacete como mayordomos, con el fin de que la princesa no tenga que gastar tanto dinero en Seguridad Social.

3— Mujer: Joven atractiva, racional, equilibrada y sensata, divertida y que quiere curar a todo el mundo y follar todo el rato.

4—Hombre: Despistado, crédulo y bueno que sufre de priapismo (en el mejor sentido de la palabra bueno (el priapismo))

5—Pastorcilla: pizpireta, con biorritmos en picos muy pronunciados, de belleza explosiva y afincada en Fontainebleau pero como es muy rica y tiene avión privado no le cuesta nada acercarse a los tés de la Princesa

6— Pastorcillo: poliperverso, Impetuoso, sensible. Se apunta a un bombardeo

7—Anciana: Enferma de índole terminal con el colmillo más retorcido que el cuerno de un carnero, buena gente, (dentro de lo que cabe en personas de edad avanzada). Tiene un genio de mil diablos pues las medicinas que toma para controlar el delirio de creerse Roberto Alcazar y Pedrín tienen varios efectos secundarios y adversos, uno de ellos es el que la hace creer que ella es el verdadero Guerrero del antifaz (Después de un Psicoanálisis descubre que lo que le pasa de verdad es que es lesbiana y está enamorada de Zoraida y que da igual lo que seas siempre que ello no te haga sufrir demasiado ni corras el riesgo de que hagan caso omiso de ti.



ACTO PRIMERO Y ÚNICO:

(Se levanta el telón y vemos el salón que es una imitación perfecta de la Biblioteca Apostólica del Vaticano con enormes estanterías llenas de libros entre los que brillan con luz propia réplicas exactas de todos y cada uno de los pergaminos, alijos,  papiros e incunables que componían la que se creía destruida, Biblioteca de Alejandría, pero que fue un engaño de unos astutos corsarios antepasados de la Princesa, que a su vez la habían  heredado de un descendiente de Ptolomeo por rama materna. La princesa mandó hacer copia digitalizada de todos los volúmenes para ponerla en su salón (las malas lenguas dicen que son los mismísimos originales los que tiene en el palacio,  pero la Princesa insisten que no es así, no sea que se los roben) La biblioteca-salón está situada en un palacete de la Castellana en Madrid, (donde ahora hay un BBVA) con mucha mezcla de muebles desde los de estilo Chippendale hasta el minimalismo de Bauhaus, las paredes están forradas con tapices donde los preciosos hilos entrecruzados muestran escenas de caza y de sexo sobre fondos turquesas y oro de sesenta y cuatro  quilates y está también adornadas con varios desnudos de Velázquez y de Van Gogh, así como espejos, gárgolas y cornucopias, que diseminados entre los cuadros y tapices dan un aspecto barroco al salón. Del techo cuelga un caballo fosforescente de cartón disecado. Los muebles, con maderas incrustadas, brillan como recién bruñidos a muñequilla y los sofás de plumas con fundas de seda invitan a la molicie. La luz tenue propicia la conversación armoniosa.)

(Se oye un estornudo seguido de un eructo y entra el mayordomo con unas gafas de sol tipo aviador, una camisa de flores enormes y botas camperas y nada más. Lleva un canuto en la mano derecha y una botella de cerveza en la izquierda):

Mayordomo —Hola a todos, disculpen si les hepato, asombro, deslumbro, sorprendo, impacto o desconcierto, pero no he encontrado nada menos llamativo en mi vestidor, además, yo: antes muerto que sencillo y al que le pic que se rasc, que yo soy así, así quiero ser y así viviré aunque no deje vivir a esa puta vieja, total “pa” lo que le queda. (Aparte) —Sé que soy encantador y al final me lo tolerarán todo por mi cara bonita, o quizá me la partan, pero no van a encontrar otro Mayordomo que les salga tan barato y tan refinado como yo, y si la Princesa me da latigazos, yo tan contento de que siga haciéndolo porque en el fondo me gusta aunque no se lo confesaré jamás no sea que prefiera ponerse tierna que eso sería muy comprometido. (Dirigiéndose a todos):
) —Además, si os mosqueáis me voy.

(Como el mayordomo es un eyaculador precoz, aunque él hace como que no, siempre está repitiendo que se va que es su modo de exorcizar  lo que le pasa en realidad y es que se corre con solo ver mear a un gato, pero como es un goce inconsciente con lo cual se produce un eterno retorno si no lo coge a tiempo una buena Psicoanalista,  pues cambia el verbo correrse por el verbo irse para no enterarse demasiado de su problema porque” él es muy macho y nada sentimental” aunque por la noche sueña que llora en brazos de una geisha. Después de este discurso, con su meta discurso incluido, del Mayordomo entra en escena la Princesa con un traje de faralaes con pequeñas flores azul cielo sobre un fondo fucsia mientras empiezan los primeros compases del Bello Danubio azul)


Princesa—Qué interesante, Mayordomo. (Con los tiempos que corren y lo mal que está el servicio hay que ser tolerantes con estos mayordomos, murmura la Princesa). —Mayordomo quiero que repitas despacio todo lo que has dicho porque te tengo mucho cariño y mucha admiración, y, aunque seas un niño malcriado, si perseveras sirviendo en mis fiestas aprenderás a expresarte, en el mejor de los casos, casi correctamente, y acabarás siendo una joya de mi corona (Se aparta hacia un lado y en voz baja dice):—Más bien de mi coronilla, que hasta ahí me tiene este chico.

(La princesa se sienta en una butaca Luis XIV, en el centro del proscenio, mientras hace su entrada por la izquierda la Anciana algo encorvada e inestable y con la voz algo pastosa por tanta medicación que tiene que tomar pues tiene varias enfermedades todas ellas mortales de necesidad. Camina apoyada en un bastón y lo blande de vez en cuando como si fuera el puntero de una maestra cascarrabias. Va vestida de Guerrero del antifaz y cuando comienza a hablar cesa la anterior música repentinamente y suenan las trompetas del Juicio Final imitando las trompetas del principio del Réquiem de Mozart)

Anciana— ¡Hola! Esta es mi aportación al té de esta tarde:

(Simultáneamente hacen su entrada la Pastorcilla y el Pastorcillo; la una por la izquierda y el otro por la derecha los dos van vestidos como dos pastorcillos y coronados de florcillas silvestres, se miran con pasión y hacen amago de abrazarse con pasión pero la Anciana les larga un bastonazo y con un autoritario gesto les indica que cojan y guarden su bastón y luego la sujeten a ella para ayudarla a subir a un podio. La Anciana nunca habla sin subirse a un podio pues se siente vieja pequeña y débil y además su más íntimo deseo desde que la mandaron de pequeña a Londres para aprender ingles, aunque volvió hablando italiano casi a la perfección,  era hacerse un espacio en Hide Parck Corner para convencer a los Londinenses de las ventajas de ser mas efusivos en público ya que en privado son los amantes más feroces de Europa, incluso más que los Italianos, que ya es decir, y ahí no había nada de qué convencerles, sino de que se moderaran un poco en privado)

 Anciana— Escuchad poetas y poetos: en septiembre o se secan los ríos o se quedan sin puentes.

(Después de este gran esfuerzo la Anciana cae de culo al intentar bajarse sola desde lo alto del podio, pues los pastorcillos andan revolcándose por el suelo y se han olvidado de la Anciana, del bastón de la Anciana y de todo lo que no sea su pasión carnal. La Anciana se retira con la mayor dignidad posible ayudada por la Mujer joven, la cual, mientras le toma la tensión, aprovecha para operarla de apendicitis. La Anciana mientras la cura la Mujer, sigue haciendo reverencias al público aunque no la aplaude ni dios porque no la traga nadie. A veces la maltratan pero nadie se atreve a matarla porque todos saben, que muerta es mucho más peligrosa.  La Anciana se sienta, agotada y dolorida, en una silla Bauhaus cerca de la Princesa pues aunque se muestra aguerrida y temeraria cuando está en escena, en el fondo tiene más miedo que Carracuca. La Princesa, que está medio adormilada, se despereza mira a la Anciana y dice para sus adentros mientras comienza a sonar El vello Danubio azul, (Verde esta vez):

Princesa— ¡Dios mío, pero si ha hablado la Anciana mostrenca y no me he enterado ni de lo que ha dicho! ¡Con el genio que tiene…miedo me da! No creo que la vuelva a invitar a mis tea times pues siempre anda jodiendo la manta.

(La Princesa, por si acaso se cabrea más de la cuenta la viejecita, después de bostezar con mucha educación poniéndose la mano sobre la boca para que no lo note nadie, intenta retener en su memoria un verso supechulo y muy adecuado para su próximo libro que se le ha ocurrido mientras estaba adormilada, y dice:)

Princesa— ¡Me parece una idea fantástica, Anciana, desarróllala y que te tomen en serio mis invitados o me van a oír por mucho que les admire y les quiera con todo mi corazón!

(La princesa vuelve a caer en un trance poético pero antes de poetizarse por completo piensa: ¿Qué habré hecho yo para tener que aguantar a esta panda de cretinos para que, por cuatro perras y mucho esfuerzo, pueda yo sacarme las castañas del fuego, con la cantidad de cosas preciosas que, si tuviera tiempo,  me gustaría contar al mundo? ¿Cuándo llegará un mecenas o una primitiva, incluso un príncipe heredero, rico, guapo y dócil y sexualmente activo y pasivo, eso sí, que me saque de esta pesadilla? Luego, ya dormida por completo empieza a soñar en voz alta)

Princesa— (Soñando en voz alta)… —Qué encantadores son en el fondo mis invitados a mis tés de las cinco, incluso la Anciana y el Mayordomo, qué amorosos y qué marcha tienen. Si se dejan todos estos mastuerzos los voy a pulir hasta que brillen y voy a dejarlos más redondos que un canto rodado y por muy pedruscos que sean brillarán como circonitas que a brillantes no llegará ninguno, no me quiero hacer ilusiones que luego vienen la decepción y el desencanto, ¡En fin!, intentaré convertidlos, a todos ellos, en joyas de mi corona… (Sigue soñando pero ya sin voz)

(Desde el fondo, separando unos cortinajes, sale el Hombre despistado, con aire despistado, pero de mirada sagaz. Su cuerpo está cubierto solamente por un kimono morado estampado de flores amarillas y verdes el cual lleva suelto dejando entrever un priapismo feroz, como es muy despistado aun lleva la etiqueta de Made in Japón. Se mueve por el escenario con cautela felina, y, aprovechando que la pastorcilla está desmayada de placer, la despierta con una penetración tan vigorosa que hace que la pastorcilla se vuelva a desmayar otra vez para poder soportar tanta dicha. Luego va hacia el pastorcillo que está a cuatro patas buscando la funda de sus gafas perdidas en la refriega con la pastorcilla y le penetra con mas pasión y virulencia, si cabe, que a la dulce pastorcilla. Desde el cielo, desciende la Mujer joven llevando en una de sus manos una bolsita térmica con cubitos de hielo y en la otra un fonendoscopio)

Mujer joven (Dirigiéndose a los pastorcillos):— Esto es peligroso, demasiado humano para unos pastorcillos impúberes, quiero mediar entre vosotros porque, dada tanta actividad podéis tener excesivamente alterados el pulso y la tensión, así que quedaros quietos que enseguida vengo a curaros.

(La mujer joven agarra el brazo derecho del pastorcillo y el izquierdo de la pastorcilla y les ata los brazos juntos con la banda del fonendoscopio, mientras se va metiendo cubitos de hielo por sus partes íntimas y relamiéndose el agüilla de los labios mientras mira al Hombre despistado y al Mayordomo a los que propone, sin dilación ni reparos, un ménaje a trois lo que ambos aceptan felices y encantados poniéndose a ello inmediatamente mientras empieza a sonar a toda pastilla el Bolero de Rabel. Al revolcón se van uniendo los bebensales del te de las cinco, incluidos los deliciosos pastorcillos, y, al son de trompetas y timbales cae el caballo de cartón fosforescente y los deja a todos hechos polvo, pero polvo enamorado)



CAE EL TELÓN