La acción transcurre en el S XIX en uno de los salones que la Princesa de Babilonia posee en el paseo del Prado de Madrid. La princesa está tomando el té con sus invitados habituales y nada de lo que va a ocurrir se sale de lo de todos los días, aunque lo habitual en el salón suele ser bastante extraordinario.
PERSONAJES:
1—Princesa: joven atractiva dueña del palacete donde todos los días,
a las cinco de la tarde, se toma el té con su Mayordomo y sus invitados. Dulce
complaciente, serena, sabia, soñadora y muy cariñosa, pero inteligente.
2— Mayordomo: Hombre acomplejado y con sus facultades mentales
algo perturbadas pues tiene el síndrome del diablo de Transilvania y es dado a
la cerveza y a los porros en exceso. Cuando toma café se despeja y después de
estornudar y eructar suele volver a la normalidad llegando a desplegar su
enorme talento, pero por poco tiempo. En realidad, dados sus cambios tan
drásticos, todo el mundo piensa que se trata de varios hermanos gemelos
idénticos (Quizá tres o cuatro, incluso dicen que, en total, son cinco pero que
dos de ellos son absolutamente impresentable) que se van alternando al servicio
del palacete como mayordomos, con el fin de que la princesa no tenga que gastar
tanto dinero en Seguridad Social.
3— Mujer: Joven atractiva, racional, equilibrada y sensata,
divertida y que quiere curar a todo el mundo y follar todo el rato.
4—Hombre: Despistado, crédulo y bueno que sufre de priapismo (en el
mejor sentido de la palabra bueno (el priapismo))
5—Pastorcilla: pizpireta, con biorritmos en picos muy pronunciados,
de belleza explosiva y afincada en Fontainebleau pero como es muy rica y tiene
avión privado no le cuesta nada acercarse a los tés de la Princesa
6— Pastorcillo: poliperverso, Impetuoso, sensible. Se apunta a
un bombardeo
7—Anciana: Enferma de índole terminal con el colmillo más retorcido
que el cuerno de un carnero, buena gente, (dentro de lo que cabe en personas de
edad avanzada). Tiene un genio de mil diablos pues las medicinas que toma para
controlar el delirio de creerse Roberto Alcazar y Pedrín tienen varios efectos
secundarios y adversos, uno de ellos es el que la hace creer que ella es el
verdadero Guerrero del antifaz (Después de un Psicoanálisis descubre que lo que
le pasa de verdad es que es lesbiana y está enamorada de Zoraida y que da igual
lo que seas siempre que ello no te haga sufrir demasiado ni corras el riesgo de
que hagan caso omiso de ti.
ACTO PRIMERO Y ÚNICO:
(Se levanta el telón y vemos el salón que es una imitación perfecta de la
Biblioteca Apostólica del Vaticano con enormes estanterías llenas de libros
entre los que brillan con luz propia réplicas exactas de todos y cada uno de
los pergaminos, alijos, papiros e incunables que componían la que se
creía destruida, Biblioteca de Alejandría, pero que fue un engaño de unos
astutos corsarios antepasados de la Princesa, que a su vez la habían
heredado de un descendiente de Ptolomeo por rama materna. La princesa mandó
hacer copia digitalizada de todos los volúmenes para ponerla en su salón (las
malas lenguas dicen que son los mismísimos originales los que tiene en el
palacio, pero la Princesa insisten que no es así, no sea que se los
roben) La biblioteca-salón está situada en un palacete de la Castellana en
Madrid, (donde ahora hay un BBVA) con mucha mezcla de muebles desde los de
estilo Chippendale hasta el minimalismo de Bauhaus, las paredes están forradas
con tapices donde los preciosos hilos entrecruzados muestran escenas de caza y
de sexo sobre fondos turquesas y oro de sesenta y cuatro quilates y está
también adornadas con varios desnudos de Velázquez y de Van Gogh, así como
espejos, gárgolas y cornucopias, que diseminados entre los cuadros y tapices
dan un aspecto barroco al salón. Del techo cuelga un caballo fosforescente de
cartón disecado. Los muebles, con maderas incrustadas, brillan como recién
bruñidos a muñequilla y los sofás de plumas con fundas de seda invitan a la
molicie. La luz tenue propicia la conversación armoniosa.)
(Se oye un estornudo seguido de un eructo y entra el mayordomo con unas
gafas de sol tipo aviador, una camisa de flores enormes y botas camperas y nada
más. Lleva un canuto en la mano derecha y una botella de cerveza en la
izquierda):
Mayordomo —Hola a todos, disculpen si les hepato, asombro, deslumbro,
sorprendo, impacto o desconcierto, pero no he encontrado nada menos llamativo
en mi vestidor, además, yo: antes muerto que sencillo y al que le pic que se
rasc, que yo soy así, así quiero ser y así viviré aunque no deje vivir a esa
puta vieja, total “pa” lo que le queda. (Aparte) —Sé que soy encantador
y al final me lo tolerarán todo por mi cara bonita, o quizá me la partan, pero
no van a encontrar otro Mayordomo que les salga tan barato y tan refinado como
yo, y si la Princesa me da latigazos, yo tan contento de que siga haciéndolo
porque en el fondo me gusta aunque no se lo confesaré jamás no sea que prefiera
ponerse tierna que eso sería muy comprometido. (Dirigiéndose a todos):
) —Además, si os mosqueáis me voy.
(Como el mayordomo es un eyaculador precoz, aunque él hace como que no,
siempre está repitiendo que se va que es su modo de exorcizar lo que le
pasa en realidad y es que se corre con solo ver mear a un gato, pero como es un
goce inconsciente con lo cual se produce un eterno retorno si no lo coge a tiempo
una buena Psicoanalista, pues cambia el verbo correrse por el verbo irse
para no enterarse demasiado de su problema porque” él es muy macho y nada
sentimental” aunque por la noche sueña que llora en brazos de una geisha.
Después de este discurso, con su meta discurso incluido, del Mayordomo entra en
escena la Princesa con un traje de faralaes con pequeñas flores azul cielo
sobre un fondo fucsia mientras empiezan los primeros compases del Bello Danubio
azul)
Princesa—Qué interesante, Mayordomo. (Con los tiempos que corren y
lo mal que está el servicio hay que ser tolerantes con estos mayordomos,
murmura la Princesa). —Mayordomo quiero que repitas despacio todo lo que
has dicho porque te tengo mucho cariño y mucha admiración, y, aunque seas un
niño malcriado, si perseveras sirviendo en mis fiestas aprenderás a expresarte,
en el mejor de los casos, casi correctamente, y acabarás siendo una joya de mi
corona (Se aparta hacia un lado y en voz baja dice):—Más bien de mi
coronilla, que hasta ahí me tiene este chico.
(La princesa se sienta en una butaca Luis XIV, en el centro del
proscenio, mientras hace su entrada por la izquierda la Anciana algo encorvada
e inestable y con la voz algo pastosa por tanta medicación que tiene que tomar
pues tiene varias enfermedades todas ellas mortales de necesidad. Camina
apoyada en un bastón y lo blande de vez en cuando como si fuera el puntero de
una maestra cascarrabias. Va vestida de Guerrero del antifaz y cuando comienza
a hablar cesa la anterior música repentinamente y suenan las trompetas del
Juicio Final imitando las trompetas del principio del Réquiem de Mozart)
Anciana— ¡Hola! Esta es mi aportación al té de esta tarde:
(Simultáneamente hacen su entrada la Pastorcilla y el Pastorcillo; la una
por la izquierda y el otro por la derecha los dos van vestidos como dos
pastorcillos y coronados de florcillas silvestres, se miran con pasión y hacen
amago de abrazarse con pasión pero la Anciana les larga un bastonazo y con un
autoritario gesto les indica que cojan y guarden su bastón y luego la sujeten a
ella para ayudarla a subir a un podio. La Anciana nunca habla sin subirse a un
podio pues se siente vieja pequeña y débil y además su más íntimo deseo desde
que la mandaron de pequeña a Londres para aprender ingles, aunque volvió
hablando italiano casi a la perfección, era hacerse un espacio en Hide
Parck Corner para convencer a los Londinenses de las ventajas de ser mas
efusivos en público ya que en privado son los amantes más feroces de Europa,
incluso más que los Italianos, que ya es decir, y ahí no había nada de qué
convencerles, sino de que se moderaran un poco en privado)
Anciana— Escuchad poetas y poetos: en septiembre o se secan los
ríos o se quedan sin puentes.
(Después de este gran esfuerzo la Anciana cae de culo al intentar bajarse
sola desde lo alto del podio, pues los pastorcillos andan revolcándose por el
suelo y se han olvidado de la Anciana, del bastón de la Anciana y de todo lo
que no sea su pasión carnal. La Anciana se retira con la mayor dignidad posible
ayudada por la Mujer joven, la cual, mientras le toma la tensión, aprovecha
para operarla de apendicitis. La Anciana mientras la cura la Mujer, sigue
haciendo reverencias al público aunque no la aplaude ni dios porque no la traga
nadie. A veces la maltratan pero nadie se atreve a matarla porque todos saben,
que muerta es mucho más peligrosa. La Anciana se sienta, agotada y
dolorida, en una silla Bauhaus cerca de la Princesa pues aunque se muestra
aguerrida y temeraria cuando está en escena, en el fondo tiene más miedo que
Carracuca. La Princesa, que está medio adormilada, se despereza mira a la
Anciana y dice para sus adentros mientras comienza a sonar El vello Danubio
azul, (Verde esta vez):
Princesa— ¡Dios mío, pero si ha hablado la Anciana mostrenca y no me
he enterado ni de lo que ha dicho! ¡Con el genio que tiene…miedo me da! No creo
que la vuelva a invitar a mis tea times pues siempre anda jodiendo la manta.
(La Princesa, por si acaso se cabrea más de la cuenta la viejecita,
después de bostezar con mucha educación poniéndose la mano sobre la boca para
que no lo note nadie, intenta retener en su memoria un verso supechulo y muy
adecuado para su próximo libro que se le ha ocurrido mientras estaba
adormilada, y dice:)
Princesa— ¡Me parece una idea fantástica, Anciana, desarróllala y que
te tomen en serio mis invitados o me van a oír por mucho que les admire y les
quiera con todo mi corazón!
(La princesa vuelve a caer en un trance poético pero antes de poetizarse
por completo piensa: ¿Qué habré hecho yo para tener que aguantar a esta panda
de cretinos para que, por cuatro perras y mucho esfuerzo, pueda yo sacarme las
castañas del fuego, con la cantidad de cosas preciosas que, si tuviera
tiempo, me gustaría contar al mundo? ¿Cuándo llegará un mecenas o una
primitiva, incluso un príncipe heredero, rico, guapo y dócil y sexualmente
activo y pasivo, eso sí, que me saque de esta pesadilla? Luego, ya dormida por
completo empieza a soñar en voz alta)
Princesa— (Soñando en voz alta)… —Qué encantadores son en el
fondo mis invitados a mis tés de las cinco, incluso la Anciana y el Mayordomo,
qué amorosos y qué marcha tienen. Si se dejan todos estos mastuerzos los voy a
pulir hasta que brillen y voy a dejarlos más redondos que un canto rodado y por
muy pedruscos que sean brillarán como circonitas que a brillantes no llegará
ninguno, no me quiero hacer ilusiones que luego vienen la decepción y el
desencanto, ¡En fin!, intentaré convertidlos, a todos ellos, en joyas de mi
corona… (Sigue soñando pero ya sin voz)
(Desde el fondo, separando unos cortinajes, sale el Hombre despistado,
con aire despistado, pero de mirada sagaz. Su cuerpo está cubierto solamente
por un kimono morado estampado de flores amarillas y verdes el cual lleva
suelto dejando entrever un priapismo feroz, como es muy despistado aun lleva la
etiqueta de Made in Japón. Se mueve por el escenario con cautela felina, y,
aprovechando que la pastorcilla está desmayada de placer, la despierta con una
penetración tan vigorosa que hace que la pastorcilla se vuelva a desmayar otra
vez para poder soportar tanta dicha. Luego va hacia el pastorcillo que está a
cuatro patas buscando la funda de sus gafas perdidas en la refriega con la
pastorcilla y le penetra con mas pasión y virulencia, si cabe, que a la dulce
pastorcilla. Desde el cielo, desciende la Mujer joven llevando en una de sus
manos una bolsita térmica con cubitos de hielo y en la otra un fonendoscopio)
Mujer joven (Dirigiéndose a los pastorcillos):— Esto es
peligroso, demasiado humano para unos pastorcillos impúberes, quiero mediar
entre vosotros porque, dada tanta actividad podéis tener excesivamente
alterados el pulso y la tensión, así que quedaros quietos que enseguida vengo a
curaros.
(La mujer joven agarra el brazo derecho del pastorcillo y el izquierdo de
la pastorcilla y les ata los brazos juntos con la banda del fonendoscopio,
mientras se va metiendo cubitos de hielo por sus partes íntimas y relamiéndose
el agüilla de los labios mientras mira al Hombre despistado y al Mayordomo a
los que propone, sin dilación ni reparos, un ménaje a trois lo que ambos
aceptan felices y encantados poniéndose a ello inmediatamente mientras empieza
a sonar a toda pastilla el Bolero de Rabel. Al revolcón se van uniendo los
bebensales del te de las cinco, incluidos los deliciosos pastorcillos, y, al
son de trompetas y timbales cae el caballo de cartón fosforescente y los deja a
todos hechos polvo, pero polvo enamorado)
CAE EL TELÓN